jueves, 13 de noviembre de 2008

La gruta

Como no se nos ha ocurrido nada todavía –quizá debido a una prolongada ausencia de aguardiente—, vamos a repetir invitado, mas no escrito: Carlos Villafañe con este poema épico:


En aquel dulce paisaje
do el freso rosal perfuma
y donde franja la espuma
del mar su nítido encaje
donde el lánguido celaje
del astro crepuscular
con encanto singular
tiene su imperio dorado
¡oh!, allí no me ha pasado
nada de particular.

Y un par de poemas más, notables, de los de la Gruta Simbólica. Desconocemos los autores, aunque sospechamos que el primero es de Eduardo Ortega:

Pienso cuando estoy fumando
que todos vamos al trote
que la vida es un chicote
que se nos está apagando
mas, si en el instante nefando,
Dios me viene a preguntar:
¿quiere usted resucitar?
le diré, echándole el humo:
no gracias, señor, no fumo
porque acabo de botar.

El que sigue es un verso patriótico inmortal:

Si pública es la mujer
que por mala es conocida
república viene a ser
la mujer más corrompida
y siguiendo el proceder
de esta lógica absoluta
todo aquel que se reputa
de la república hijo
viene a ser
a punto fijo
un grandísimo hijueputa.